¿INSTA PELIGROSO?
- Alejandra Sandoval
- 22 jul 2017
- 3 Min. de lectura
¿Por qué son cada vez más los blogueros, youtubers e influenciadores que admiten sentirse perjudicados o emocionalmente afectados por el uso de las redes sociales?
¿Problema o realidad?
Resulta que la inmediatez con la que nos acostumbró el mundo digital no es lo único que nos tiene jodidos. Ahora resulta que la belleza, popularidad y respuesta de cualquier cosa que pongamos en línea tiene un efecto profundo en nosotros. Factores que se reúnen en una de las aplicaciones más usadas hoy en día, Instagram.
Pensémoslo desde el lado rosa, todos usamos Instagram para compartir una buena foto del parque donde estamos tirados al sol, para chicanear de un nuevo par de zapatos, o para gritarle al mundo que nos vamos de viaje; no hay lío.
Pero pensémoslo desde un lado que también se ajusta perfecto a la realidad, muchas suben fotos mandando pico y mostrando cola, muchos suben fotos manejando carro prestado y con cara de malote; la red social se ha convertido en un catálogo para que cada quién se venda como mejor le parezca ante sus 200 o 2 mil seguidores.
Ahora bien, entre los millennials y centennials la construcción, diseño y tiempo dedicado a estas redes es equiparable a la construcción de su identidad, porque también ¡el perfil de uno debe decir todo de uno! Y ni hablar del tiempo invertido stalkeando a medio mundo o viendo las tendencias que ponen los influenciadores a nivel mundial.

Foto: perfil en Instagram de Adam Gallagher @iamgalla
Un lado poco conocido
Habiendo dicho lo conocido, póngase a pensar en las personas que generan contenidos, aquellos que viven de hacer buenas fotos o ser vistos usando ésta ropa o comiendo en éste restaurante, la vida de ellos debe estar el doble de jodida.
Esta semana hubo revuelo en el mundo digital, en el mundo de los que tienen de un millón de seguidores para arriba, porque una youtuber gringa (Aimee Song) que se la pasa en París y Milán en vestidos que cuestan más que una casa en Chapinero admitió en uno de sus vídeos que su vida no es tan perfecta como la pinta, que para la cámara muchas veces se finge.
Para no ir tan lejos, hace varias semanas atrás la youtuber bogotana Paula Galindo (Pau tips), publicó un vídeo en su cuenta confesando que sufría de bulimia, diciendo que todo el tema de las redes sociales había sido un detonante para que la superación de semejante asunto no fuera fácil.
Despertemos
Ésta es la confesión que un instagramer le hace a sus casi 3 millones de seguidores:

“A PESAR QUE ME HE PROBADO A MÍ MISMO QUE NO NECESITO PUBLICAR EN ESTA APLICACIÓN DIARIAMENTE PARA SENTIRME PLENO, ALGO AÚN NO SE SIENTE BIEN. NO PUEDO EVITAR SENTIR QUE TODOS ESTAMOS EN UN PUNTO DE QUIEBRE Y QUE EL CATALIZADOR ES INSTAGRAM”
Si esto no es una alerta de peligro no sé qué lo sea: es cierto que el mundo entero no va a aceptar los contras del mal uso de esta aplicación, mucho menos van a dejar de usarla. Pero si uno se da cuenta que tiene el agua al cuello, si se identifica con el sentimiento no se dé por ahogado, hay que darnos un respiro y ser un poco más fieles a nosotros mismos con nuestras redes sociales, no acumular corazones ni me gusta de gente que ni se va a acordar a qué le dio like. Despertemos.
Foto: historia publicada en Instagram de Adam Gallagher @iamgalla
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